Miren Doiz

Trampantojo . 2014


fotos: © Pedro Albornoz . + mcu

El trampantojo pretende engañar, aunque sea fugazmente, al espectador. Y asombrarle con algún tipo de ilusión óptica. Una trampa para el ojo que dura lo que dura, hasta que nos damos cuenta de la sustitución de lo real, falseado para la ocasión. La traducción directa de esta palabra del francés es engañar al ojo (trompe-l’oeil) en un juego que se aprovecha de la arquitectura del espacio, prolongándose en una irrealidad pintada...
Para Trampantojo, Doiz se ocupa en crear una piel artificial que trabaja sobre la memoria viva del lugar, que se está renovando desde hace décadas en la antigua fábrica de Tabacalera.
Esta cobertura que muda, estas paredes que llevan soportando tantas exposiciones —y las que le quedan— están en constante mutación. Es una piel viva que, como las de las serpientes, se pela y se cae y aparece nueva de tiempo en tiempo (un tiempo siempre establecido, entre una exposición y la siguiente). Y aunque aquí la norma es que no se repinta, tiene que llegar Doiz para repintar el lugar, su espacio, haciéndolo así propio e intentando engañar al ojo del espectador que mira su trabajo.
MCU






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