Carlos Cachón

Telegrama, no tuit

Aquí no me queda más remedio que citar a Latour:

“La tragedia se vuelve más dolorosa todavía cuando los antimodernos, creyendo de buena fe lo que dicen de sí mismos los modernos, quieren salvar algún bien de lo que se les aparece como un irremediable naufragio. Los antimodernos creen a pie juntillas que Occidente racionalizó y desencantó el mundo, que realmente pobló lo social de monstruos fríos y racionales que saturarían todo el espacio, que transformó en profundidad el cosmos premoderno en una interacción mecánica de puras materias. Pero en vez de ver en él, como los modernizadores, gloriosas aunque dolorosas conquistas, los antimodernos ven una catástrofe sin igual. Con excepciones del signo, modernos y antimodernos comparten la totalidad de sus convicciones. Los pos-modernos, siempre perversos, aceptan la idea de que de veras se trata de una catástrofe pero afirman que, en vez de lamentarse, ¡hay que regocijarse! Ellos reivindican la debilidad como su última virtud, así como lo afirma uno de ellos en su estilo inimitable: "La Vermindung de la metafísica se ejerce como Vermindung del Ge-Stell" (Vatimo, 1987, p. 184).

¿Qué hacen entonces los antimodernos ante este naufragio? Se encargan de la valiente tarea de salvar lo que pueden: el alma, el espíritu, la emoción, las relaciones interpersonales, la dimensión simbólica, el calor humano, los particularismos locales, la interpretación, los márgenes y las periferias. Misión admirable, pero que sería más admirable todavía si todos esos vasos sagrados realmente se encontraran amenazados. Pero, ¿de dónde viene la amenaza?”

“Nunca fuimos modernos. Ensayos de antropología simétrica”. 1991


Carlos Cachón


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